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Entre Biblia y Política: la marcha evangélica que olvida lo esencial

Por: Nestor Porfirio Nun̈ez. -

El pasado sábado, como cada año en el marco del Día de la Biblia que se celebra el 27 de septiembre, las calles se llenaron de creyentes que marchaban en nombre de la fe evangélica. Una tradición que debería resaltar la centralidad de la Palabra de Dios y la inspiración del Espíritu Santo, terminó convirtiéndose —una vez más— en un escenario donde la política se roba los reflectores.

La llamada marcha bíblica se promociona como un acto de adoración y testimonio cristiano, pero basta observar quiénes ocupan los lugares de honor para notar que la espiritualidad ha quedado en un segundo plano. Gobernadora, diputados, senadores y funcionarios desfilaron bajo las consignas religiosas, con discursos y gestos que más parecen propaganda política que verdadera exaltación de la fe.

El problema no radica en la presencia de autoridades, sino en el protagonismo desmedido que se les otorga. El día que debería servir para recordar el mensaje de las Escrituras, se convierte en una pasarela de poder. En lugar de destacar la enseñanza del Evangelio, se destacan los saludos protocolares, las fotografías con políticos y las menciones de figuras públicas.

El cristianismo evangélico tiene una misión clara: proclamar a Jesucristo, promover la justicia, la compasión y la transformación espiritual. Sin embargo, cuando los púlpitos y las tarimas se prestan para fortalecer imágenes políticas en vez de fortalecer la fe, se pierde la esencia misma del mensaje bíblico.

La Biblia no necesita apadrinamiento gubernamental ni aval legislativo para tener valor. Al contrario, su mensaje trasciende poderes humanos y cuestiona las estructuras de poder cuando estas se alejan de la justicia y la verdad. Convertir una marcha bíblica en un acto de legitimación política es desvirtuar su propósito.

Los evangélicos que marchan con sinceridad lo hacen para rendir honor a Dios. Pero las directivas que organizan estos eventos deberían reflexionar: ¿a quién están honrando realmente? ¿A Dios y su Palabra, o a los hombres y sus cargos?

Si el Día de la Biblia se convierte en un escenario político, entonces el espíritu que debe guiarlo ha sido desplazado. Y en ese caso, la marcha, en vez de ser testimonio de fe, se convierte en espectáculo vacío. FM

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